Es inaudito que esta especie, que decidió convivir y cazar con nosotros, y ser un compañero confiable y fiel, haya sido perseguida prácticamente hasta el borde de la extinción, en casi todo el mundo. Simplemente no es justo, y como especie, los hombres no podemos seguir siendo como hasta ahora, el peor enemigo del lobo.
Pero más allá de la justicia, la reintroducción del lobo mexicano a su hábitat natural, será una muestra de que todavía podemos hacer algo para revertir nuestros errores ecológicos y de que la naturaleza responde en forma muy positiva cuando la apoyamos en el proceso de restaurar el orden de las cosas que ella estableció, y esto se hace una especie a la vez.
Quizá la persona que experimentó la transformación más radical por la interacción con los lobos fue Ernest Thompson Seton, que pasó de exterminador a conservacionista.
Contratado para acabar con los lobos de Nuevo México que atacaban el ganado, dio muerte a una loba, llamada Blanca, compañera del más inteligente, astuto y evasivo de los lobos: Lobo, y después usó el aroma de ella para atraer a su enamorado, al rastro de trampas que había sembrado.
Finalmente lo capturó, después de que Lobo tuviera una trampa en cada una de sus cuatro patas. Al mirarlo frente a frente y estar listo para apretar el gatillo de su rifle, fue incapaz de matarlo.
Pero ya era tarde para salvarle la vida y Lobo murió esa misma noche, mirando melancólicamente las montañas en las que había reinado e ignorando completamente la presencia de su cazador. Los atributos de la personalidad de Lobo, lograron un cambio radical en Seton.
Foto: Oscar Moctezuma O. / Naturalia, A.C.